ATENCIÓN

¿Qué es el trastorno explosivo intermitente y cómo tratarlo?

De qué se trata este cuadro que aumenta el riesgo de accidentes viales.

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Escrito en MODA Y BELLEZA el

Un estudio reciente reveló que un desequilibrio en el control de los impulsos, se relaciona directamente con el perfil del automovilista que tiene una conducta agresiva al volante. La intolerancia a la espera es uno de sus principales síntomas y, en muchas ocasiones, el disparador de la reacción inusitada porque el conductor va generando una tensión que se acumula hasta hacerse insoportable y que se descarga mediante la agresión.

Otra característica es la necesidad de justicia. Viven sumamente pendientes de lo que se hace en el entorno y suelen justificar la agresión con la necesidad de dar una lección al otro. Es el caso de quienes van conduciendo rápido haciendo luces al de adelante para que les cedan el paso, de los que aceleran al punto de rozar al vehículo que va delante, o de aquellos que lo pasan y disminuyen la velocidad de golpe para que sientan lo que en ellos provocaron.

En otros casos puede llegar a la violencia física, como cuando frente a un auto parado en doble fila el agresivo se baja para golpear al dueño del vehículo estacionado por el contratiempo que genera en el tránsito. Como la descarga suele ser inapropiada, el arrepentimiento y la culpa son frecuentes.

Sin embargo, lo más riesgoso es el peligro que este tipo de conductores representa para ellos mismos, sus acompañantes y aquellos con los que se cruce fortuitamente en el camino.

Diagnóstico:

El interrogatorio durante la consulta suele revelar más datos que el examen físico, aunque en este último pueden notarse señales de tensión corporal (puños o mandíbulas apretados, taquicardia, movimientos rítmicos) o signos de una pelea física o accidente (moretones, heridas). En cuanto al relato de la experiencia, el paciente suele revelar dificultades para controlar la ira, irritabilidad, impaciencia. Existen pocas pruebas físicas que ayuden al diagnóstico, aunque tal vez una resonancia magnética o tomografía computarizada del cerebro pueda ayudar a excluir trastornos neurológicos como causa de la agresión. 

Tratamiento: 

Suspensión del manejo durante un tiempo, simulación de situaciones “provocativas” para corregir la respuesta agresiva, terapia cognitivo-conductual y en algunos casos farmacoterapia suele ser la combinación de herramientas más exitosa.

Los grupos de autoayuda para el manejo del enojo también pueden resultar útiles. Re-educar la respuesta frente a situaciones potencialmente tensionantes es indispensable. De hecho en algunos tratamientos se incluyen sesiones de manejo acompañadas por los terapeutas y se delinean estrategias de la vida cotidiana para reducir la tensión (armar agendas más holgadas de tiempo para evitar las corridas, cómo pasar al de adelante por la derecha o hacer luces a 300 metros de distancia, no a 20).

Cuando pueden evitar la tensión frente a eventos incontrolables (que otro cruce en luz roja, que lo pase por la banquina, que se estacione en doble fila o sobre la senda peatonal) puede considerarse que el conductor, además de haber aprendido a manejar su auto, también aprendió a manejar sus emociones

Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM IV)

El TEI se caracteriza por: 

  • Presencia de varios episodios aislados de dificultad para controlar los impulsos agresivos, que dan lugar a violencia o a destrucción de la propiedad. 
  • Un grado de agresividad desproporcionado con respecto a la intensidad de cualquier estresante que pudiera provocar la reacción, fuera real o percibida como tal.
  • La agresión impulsiva no es premeditada.
  • Los episodios agresivos no tienen relación con otro trastorno mental (p. ej., trastorno antisocial de la personalidad, trastorno límite de la personalidad, trastorno psicótico, episodio maníaco, trastorno disocial o trastorno por déficit de atención con hiperactividad), no son consecuencia de los efectos directos de una sustancia (p. ej., drogas, medicamentos) ni de una enfermedad médica (p. ej., traumatismo craneal, enfermedad de Alzheimer).