Uno de los elementos más distintivos para la realeza, sin duda, es la corona. Misma que por primera vez usó como rey Carlos III este sábado 6 de mayo, luego de que se llevará a cabo la ceremonia de coronación.
Se trata de la corona de San Eduardo y fue fabricada en 1937 por el joyero de la corona Garrad & Co para el rey Jorge VI, retoma el modelo de la que llevaba la reina Victoria, creada en 1838, con una base en pelo de armiño.
Entre sus numerosas gemas destaca, en la parte delantera, un gigantesco diamante de 317 kilates, conocido como Cullinan II o "segunda estrella de #África". Se le conoce también como la corona de San Eduardo.
Está unido al "zafiro de Estuardo", situado en la parte trasera, por una cenefa delimitada por una fila de perlas y ornada con ocho esmeraldas y ocho zafiros rodeados de diamantes. Dos arcos formados por diamantes y más perlas, cuya base delantera acoge el "rubí del príncipe negro" -en realidad una espinela-, rodean el birrete. En lo alto de la corona, cuatro perlas en forma de pera en esgarces de diamantes rosas forman los conocidos como "pendientes de la reina Isabel".
La corona es custodiada en la Torre de #Londres junto a las otras joyas de la monarquía británica, la corona imperial, de 31.5 cm de altura, solía ser llevada por Isabel II cuando cada año pronunciaba el "discurso del trono" en la ceremonia de apertura de la sesión parlamentaria.
El término de "corona imperial de Estado" se remonta al siglo XV, cuando los monarcas ingleses eligieron una concepción de corona cerrada por arcos para demostrar que Inglaterra no estaba sometida a ninguna otra potencia del planeta, según el Royal Collection Trust, organismo que supervisa las colecciones de la familia real británica