En la vida cotidiana, a menudo pasamos por alto la importancia de mantener nuestras ventanas limpias y relucientes. Sin embargo, unas ventanas maravillosamente limpias no solo contribuyen a la estética de nuestro hogar u oficina, sino que también ofrecen beneficios que van más allá de lo visual. Para lograr ese nivel de claridad y transparencia, es esencial establecer y seguir una rutina de higiene estricta para el mantenimiento de las ventanas.
A saber:
- No hacer la limpieza “cada tanto” porque se acumula suciedad y se hace pesada la tarea, lo ideal es hacerlo de a poco, progresivamente, aunque no sea a fondo.
- Los mejores resultados en la limpieza se producen cuando el sol no da directamente mientras los lavamos, ya que de ser así, no podremos apreciar con claridad el trabajo que estamos haciendo.
- El primer paso para limpiar los vidrios es comenzar por quitarle el polvo, y dentro de este primer paso se debe incluir la limpieza de la parte exterior de la ventana, empezando siempre por el marco.
Luego con el limpiador habitual (o una casero que incluya tres cucharadas soperas de amoníaco por cada litro de agua) y un trapo suave se procede a limpiar de abajo hacia arriba, en sentido vertical, que es el modo en el que la superficie queda más uniforme.