HISTORIAS PARA CONOCER

Así vive el hombre más solitario del mundo: en las ruinas de un pueblo fantasma devastado hace 25 años por una feroz inundació

Pablo Novak tiene 93 años y está en Epecuén, Argentina

Por
Escrito en ESPECTÁCULOS el

Pablo Novak bien podría ostentar el título del hombre más solitario del mundo.

Con sus 93 años, es el único habitante de un enigmático pueblo fantasma que estuvo sumergido bajo el agua durante un cuarto de siglo. Epecuén, el desolado pueblo, resurgió en 2009, a unos 300 kilómetros al suroeste de Buenos Aires, la capital de Argentina, cuando el agua que lo cubría finalmente se evaporó debido a condiciones climáticas secas.

La infancia de Pablo transcurrió en Epecuén, y recuerda con claridad cuando su ciudad natal fue invadida por las aguas desbordantes. Al regresar, una vez que el nivel del agua descendió y las ruinas, blanqueadas por la sal y el sol, quedaron al descubierto, Pablo se instaló en una casa abandonada con jardín.

Pablo relata: "Hasta unos cuatro o cinco años después de la inundación, cuando las aguas aún estaban altas, nadie venía por aquí. Estaba completamente solo. Día tras día".

En una entrevista con CNN en 2015, compartió: "Pasé tiempo buscando una botella de whisky de 20 años y, eventualmente, encontré una que bebí completamente solo. En cuanto a los buenos vinos, no quedó nada".

En su época dorada alrededor de 1980, Epecuén era un próspero centro turístico a orillas del lago, visitado por más de 20,000 turistas al año y hogar de 2,000 residentes. Las imágenes de antaño muestran el esplendor del pueblo, con turistas ataviados con trajes de baño y ropa de verano disfrutando del sol, la compañía mutua y las aguas cristalinas del lago.

Muchos creían que la Laguna Epecuén tenía propiedades curativas y acudían de cerca y lejos para poner a prueba sus poderes, tratando desde reumatismos y problemas cutáneos hasta diabetes y depresión.

Sin embargo, en noviembre de 1985, un desastre golpeó de manera abrupta bajo la forma de un patrón climático raro. Las lluvias azotaron la ciudad y una enorme ola rompió una presa cercana.

En dos semanas, Epecuén quedó sumergido bajo tres metros de agua, y sus habitantes evacuaron, muchos de ellos nunca regresaron. Durante casi 25 años, permaneció como un mundo sumergido, con niveles de agua alcanzando su punto máximo de 10 metros en 1993, antes de resurgir en 2009 con calles polvorientas y llenas de escombros, y autos corroídos por el óxido.

En la actualidad, el pueblo podría ser escenario de una película apocalíptica, con árboles muertos y blanqueados por aguas salinas corrosivas, pertenencias olvidadas y oxidadas, e incluso un matadero abandonado.

En 2015, Pablo le dijo a CNN que se había acostumbrado a estar solo, ya que su esposa no lo acompañó al pueblo desértico y su familia reside en una localidad vecina. Su casa, pequeña, polvorienta y llena de sillas oxidadas y montones de periódicos, no tiene conexión eléctrica. A sus 93 años, Pablo comenta: "A esta edad, simplemente disfruto de la vida, caminando entre las ruinas de Epecuén, esperando que alguien me pregunte algo. Vi nacer este pueblo y lo vi morir. Ya no me afecta".