La primera clase se hizo para algunos viajeros que quieren tener ciertos lujos y comodidades durante su vuelo, pero Gill y Warren Press, una pareja de Nueva Zelanda, nunca se esperaron que saldrían beneficiados económicamente tras tener que soportar a un perro bulldog que estaba en el vuelo y sufría serios problemas de flatulencias.
Resulta que la pareja compró boletos de primera clase para volar de París a Singapur, lo que supuestamente les garantizaría un viaje cómodo, con asientos reclinables y servicio personalizado, pero la presencia de un perrito cambió todo.
La pareja tuvo que soportar todo el viaje los resoplidos del perro que parecía estar luchando por respirar, así como los sonidos y olores que desprendía el bulldog por su problema de flatulencias.
La pareja se quejó con la aerolínea y después de una extensa negociación aceptaron ser indemnizados con mil 300 euros o alrededor de mil 400 dólares; sin embargo, la pareja decidió donar este dinero a una organización de perros guía en Nueva Zelanda, pues según ellos, aman profundamente a los animales y querían que ese dinero ayudara a una causa noble.
De acuerdo con ‘TMZ’, Gill Press declaró que se imaginaban que en un vuelo pudiera haber bebés llorando o niños ruidosos, pero nunca se imaginaron pasar tantas horas junto a un perro con problemas: “Espero bebés, espero niños, pero no un perro”, expresó.
Este caso comprueba que hasta los vuelos más exclusivos pueden presentar situaciones inesperadas, en especial en este caso que el bulldog era un pasajero más, ya que este tipo de perros son propensos a tener problemas respiratorios o exceso de flatulencias.
Esto se debe a que esta raza de perros son braquiocefálicos; es decir que tienen la nariz prensada y la cara plana, además del hocico corto, esto hace que sus vías respiratorias sean cortas y tengan dificultad para el ingreso de aire. Esta respiración rápida puede permitir el exceso de aire en el estómago y producción de gases.